En 1993, a la edad de 17 años, Allen Iverson, que más tarde se
convertiría en uno de los mejores tiradores de la NBA de todos los
tiempos, se vio envuelto en una pelea en una bolera y en un juicio que a
punto estuvo de apartarlo para siempre del baloncesto. Una discusión
entre los amigos negros de Allen Iverson y un grupo de clientes blancos
pasó en pocos minutos a ser una auténtica batalla campal que tuvo como
resultado una mujer herida a la que le cayó una silla en la cabeza. A
pesar de que Iverson declaró que no había participado en la pelea se le
juzgó como a un adulto junto a tres de sus amigos, y se les condenó a
15 años de cárcel.
El hecho de que sólo se detuvo y juzgó a los jóvenes negros que
participaron en la pelea hizo que el juicio alcanzara una gran
repercusión mediática, avivando el debate del racismo en la sociedad
norteamericana.